Este método, desarrollado por primera vez hacia 1913 por Bergius, consiste en el tratamiento de una solución o suspensión de biomasa en agua, que luego es colocada en un recipiente cerrado y es llevada luego a alta temperatura y presión (esta última, autógena), para producir un producto de mayor densidad energética. En esencia, el proceso se asemeja a cómo la tierra ha producido combustibles fósiles a través de millones de años, por lo que implica un aceleramiento de los caminos naturales por los que se forma un combustible fósil.
En este proceso, la materia orgánica se transforma en un producto similar al lignito por medio de un tratamiento térmico del material sometido a presión en suspensión acuosa a temperaturas de 180 – 220 °C. Una de sus principales ventajas es el poder utilizar biomasa de casi cualquier origen, con alto contenido de humedad, incluyendo residuos de diversos orígenes.
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